Tribuna de Luis Barajas, director técnico de Gentalia.
La sostenibilidad se ha convertido en un claro valor al alza para todo tipo de organizaciones, que bien, por propio convencimiento, presiones del mercado y la competencia o por pura conveniencia, se embarcan en toda clase de iniciativas que puedan presentarles ante sus distintos grupos de interés, como una corporación respetable y comprometida con la sociedad y el medio ambiente. Sin embargo, como reza el dicho popular, ‘aunque la mona se vista de seda, mona se queda’, y esto mismo es lo que sucede frecuentemente en el ámbito de la sostenibilidad, donde existen numerosos ejemplos de quienes son capaces de confeccionarse un traje ficticio que les presente ante ojos de los demás como una entidad responsable, tapando sus malas prácticas de siempre.
Este fenómeno tiene un nombre; greenwashing y nos podemos encontrar numerosos ejemplos en todo tipo de sectores, comenzando por el propio ámbito institucional, donde organismos con altas competencias regulatorias son capaces de catalogar como energías renovables a la nuclear, pasando por prácticas comúnmente aceptadas, como que una corporación pueda considerarse neutra en carbono, compensando todas sus emisiones con la plantación de un bosque, o acreditar que toda su energía es renovable con el mero pago de una garantía de origen que blanquee la electricidad consumida, aunque esta venga directamente de una central térmica.
Este tipo de incoherencias pueden llegar a aspectos tan cotidianos, como puede ser el de esa manzana ecológica de producción responsable que nos encontramos envasada en una barqueta del PET y film plástico, o de esa cadena de restaurantes que implanta un sistema de recogida selectiva de residuos, pero que sigue ofreciendo sus productos en los mismos formatos y envases de siempre.
Con la sostenibilidad, como en otros muchos ámbitos de la vida, surge el dilema de serlo o parecerlo, y lamentablemente, en muchos casos hay quien opta por la segunda opción, ya que suele ser mucho más rápida y requiere de un menor esfuerzo. Evidentemente, el empeño para ser una organización realmente responsable con la sociedad y el medio ambiente supone un camino mucho más arduo que ‘vestir la mona de seda’, pero, sin duda, llegará un punto en el que todo será minuciosamente escrutado, y aquellos que basen su aparente sostenibilidad en acciones cosméticas, verán cómo se les caerá ese castillo de naipes.
Esto mismo ya se está empezando a observar en ciertos ámbitos, como es el caso de las certificaciones en edificación sostenible, donde algunos estándares, como Breeam, está endureciendo los requisitos de cumplimiento y aportación de evidencias de sus nuevos esquemas con el fin de evitar calificaciones infladas e inconsistentes. Algo parecido está sucediendo con el índice Gresb (Global Real Estate Sustainability Benchmark), que está incrementando sus requerimientos de manera considerable, hasta el punto de que numerosas organizaciones están viendo serias bajadas de sus ratings, haciendo lo mismo que hacían antes.
La sostenibilidad, nunca mejor dicho, ha de ser sostenible, es decir, tiene que tener un impacto positivo tanto en la organización como en sus grupos de interés, pudiéndose mantener en el tiempo con un empeño racional de recursos de todo tipo (materiales, energéticos, económicos y humanos), y apoyando y no entorpeciendo al core business de la compañía. Sin embargo, veo muchas empresas, que urgidas por tener que ser sostenibles, se lanzan a infinidad de iniciativas y proyectos de forma tumultuosa y sin el debido análisis previo, hasta el punto de que los resultados acaban siendo realmente mediocres, y a costa de un enorme esfuerzo y frustración.
Hace no mucho, un gran amigo y profesional del sector de la automoción, me dijo una frase que ilustra perfectamente todo esto que trato de exponer: “Somos una empresa de sostenibilidad, que además fabrica y vende coches”. Sin duda, la sostenibilidad es un valor muy positivo, yo diría que esencial, que debe incorporarse de manera transversal en todos los ámbitos de la sociedad y de cualquier tipo de organización, pero solo será sostenible si parte del convencimiento, el compromiso y de políticas y estrategias racionales, convenientemente analizadas y consensuadas, y siempre orientadas al medio y largo plazo. Tirando de nuevo de un dicho popular, ‘la sostenibilidad, al igual que Zamora, no se conquista en una hora’.